jueves, 14 de septiembre de 2017

Cómo sobrevivir disfrutando la universidad

Según el avance estadístico publicado por el Ministerio de Educación, Ciencia y Deporte, fueron 1.291.188 los alumnos matriculados en la Universidad el pasado curso, de los cuales 340.988 jóvenes comenzaron entonces sus estudios de Grado. Esta vez parece que la cifra descenderá algo, ya que fueron alrededor de 300.000 los jóvenes que se presentaron en el mes de junio a la EBAU (Evaluación del Bachillerato para el Acceso a la Universidad), lo que antes se conocía como Selectividad o PAU), logrando aprobar más de un 90%.

A estos estudiantes, y a los que se sumarán tras superar esta misma prueba en septiembre, no les vendrá mal algunos consejos más allá del habitual “la Universidad no es como el colegio”.

Decidirse por una carrera y buscar la que finalmente será la Universidad donde matricularse no es tarea fácil. Pero una vez aclaradas las ideas y enfilado el camino, lo primero será conocer a fondo las instalaciones: aulas, salas de estudio, laboratorios, cafetería…  Aunque es conveniente que a este último lugar se acuda con cuidad porque puede atrapar incluso en horas de clase.
Para prevenir, antes de comenzar el temido día en el que parece que se entra en un mundo nuevo, conviene acudir a la papelería adquirir una agenda, la mejor aliada del nuevo universitario.  Pronto las primeras hojas estarán repletas de anotaciones, aunque lo más fácil es que a partir de enero se queden en blanco, una tentación que se debe evitar a toda costa.

Uno de los aspectos más delicados es el de las amistades. Dicen que las amistades de la universidad son las más duraderas. El nuevo universitario debería tener en cuenta que muchos de los ‘novatillos’ también han llegado solos y están en la misma situación, así que hay que dejar  la vergüenza en casa y hablar con la gente. Pasarán muchas horas juntos compartiendo una misma ilusión. Muchos hablan de juntarse con los buenos estudiantes con el objetivo de mejorar las calificaciones, mientras otros piensan que acercándose a compañeros con mayor grado de vagancia se sentirán superiores. Pero no hay que fijarse tanto en esos detalles. Tan sólo hay que dejarse llevar, ser uno mismo y apuntarse a esas actividades que organizan los centros para romper el hielo y pasar un buen rato: talleres de radio, deportes, charlas…

Es cierto que “los jueves son los nuevos viernes”, pero en realidad esto sólo se cumple a veces, cuando no se tienen compromisos académicos al día siguiente. Hay que salir, conocer lugares nuevos, desconectar de las obligaciones y conectar con otros. “Hay tiempo para todo: cuando hay que divertirse, hay que divertirse; cuando hay que relajarse, hay que relajarse; y cuando hay que estudiar, hay que estudiar”. Comparto ese sabio consejo que mi padre me repetía una y otra vez para recordarme que, aunque fuese “la mejor etapa de nuestra vida”, no se pueden dejar los apuntes cogiendo polvo. Hay que proponerse metas, pequeños objetivos realistas a corto plazo y esforzarse por cumplirlos, sin desanimarse cuando no se alcanzan.

La edad próxima a la veintena es una época en los que los consejos llegan cuando se buscan, y cuando se necesitan nadie los tiene a mano. Es muy fácil decir que hay que estudiar, y un poco menos hacerlo. Pero hay que ir a por todas, dar lo mejor de cada uno, demostrando que si se ha llegado hasta ahí es porque aún se puede llegar un poco más lejos.

Mucha suerte, déjate la piel y diviértete.

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