viernes, 14 de septiembre de 2018

Carta a mi yo de hace 6 años


Hola, enana.

No te asustes si te digo que ya me conoces; o si, por el contrario, no lo haces por todo lo que he cambiado. Sigo siendo yo; bueno, en realidad, tú.

Quería felicitarte porque al fin vas a entrar en la Universidad, así, con mayúsculas. Se te ve ilusionada y nerviosa al mismo tiempo. Pero estate tranquila, siéntate y léeme despacio.

Piensas que la etapa universitaria es todo un mundo, y no te equivocas. Tiene sus cosas duras, sus esfuerzos, sus malas rachas y sus derrotas; pero todo pasa, créeme. Dentro de unos años lo recordarás con cariño desde un puesto de trabajo que, imagino, te encantará. Pero aún no puedo desvelarte nada de eso, porque ni yo misma lo conozco.

No te esperes una etapa como las que se viven en esas películas americanas de los domingos por la tarde, no sueñes enamorarte de un profesor que parece tener veinte años menos de los que en realidad tiene, ni ser la reina del baile de primavera.


Salir de tu pequeña ciudad para adentrarte en la capital es todo un paso. Hacerlo sola, sin compañía, sin tener a nadie que te guíe en tu día a día, es un mundo. Aprenderás a conocer gente: a muchos que, como tú, se encuentran perdidos en mitad del campus sin saber dónde ir; con otros simplemente te cruzarás alguna palabra en clase; y a otros jamás los verás fuera de la cafetería, pero ese es otro tema. Ten en cuenta que siempre se aprende cosas nuevas de otras personas, se parezcan o no a ti, compartáis o no ideas. No te cierres en banda.

Ten también presente que las personas pueden cambiar, que habrá quien te defraude y quienes parecen malos por naturaleza. No te quiero meter miedo, tan sólo prevenir. Pagarás por tu forma de ser y por odiar bailar el agua; pero no cambies, por favor. Habrá quien te haga daño sin buscarlo y quien buscará dañarte, pero terminarán haciéndose insignificantes para ti. Más de una, dos y tres veces necesitarás encerrarte en una habitación —y en ti misma— para pensar, dar vueltas a la cabeza y sentir que eres capaz de echar de menos sintiéndote tú también en falta. Siempre has sido sensible y te aseguro que a día de hoy lo sigues siendo, pero no te sientas culpable por ello, porque eso es parte de tu fortaleza.

En tus próximos años universitarios serás feliz, en serio. Vivirás momentos inexplicables, sensaciones que sólo tú serás capaz de entender. Encontrarás la tranquilidad en duchas frías, reirás con detalles que antes te daban miedo y disfrutarás con cosas que detestabas. También te enamorarás de estudiar, quédate con eso. Disfruta de todo. Exprime los buenos instantes, porque son únicos. Recopila recuerdos, porque te gustará sacarlos del cajón algunos años después.

Y ahora, sin que nos oiga nadie, ejerceré como la hermana mayor que no has tenido. Sal de fiesta, bebe como si no hubiera mañana y pasa la resaca en la habitación mientras llenas la cama de migas por hincharte a más no poder de comida basura. Maquíllate como una puerta y atrévete a salir a la calle sin maquillar. Olvídate algún día el sujetador en casa y baja a comprar el pan en pijama. Enciérrate para vivir algún día maratón de series y escápate a ese rincón que sueñas visitar, trata de ahorrar y date un capricho que a cualquiera le pueda parecer absurdo. Estás en la edad de hacerlo.

Pero te digo también que debes hacer caso a papá y mamá. Parece que muchas veces no tienen razón, lo sé; pero cada vez les entenderás más, así que ve un paso por delante y eso que llevarás ganado. La Universidad no es sólo la Universidad. Muévete ya, porque en tu profesión hay mucha competencia. Destaca, en lo que sea, en lo que más te guste, pero trata de destacar. Esfuérzate en todo, no sólo en el estudio. Sé que lo harás bien.

Vete al baño y sitúate delante del espejo. Mírate de arriba a abajo, piensa en lo que eres y en lo que te gustaría llegar a ser. Confía y hazlo realidad. Tú puedes, siempre has podido, y te aseguro, que no dejarás de poder.

Sonríe mucho y ríe más. 

Yo, tú.

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