A ti, mamá

Querida mamá, gracias por ser y estar.

He dado por sentado tantas veces que ya sabes todo lo que te quiero, que he olvidado recordártelo. Cuando era pequeña pensaba que al crecer no me harías la misma falta. Qué equivocada estaba.

Me educaste para ser una mujer fuerte, segura e independiente, pero sigo sintiendo la necesidad de necesitarte.

Conmigo has sido cocinera, enfermera, psicóloga, profesora, educadora, monitora de ocio. Madre. Amiga. Y tu trabajo no terminó con mi infancia. A día de hoy te llamo para pedirte una receta de verduras. Te ríes y piensas en cómo he cambiado. Me desahogo contigo buscando una luz y tú siempre eres capaz de guiarme. Para esto no hace falta que te llame, sabes perfectamente cuándo lo necesito. Me echas un cable en materias que a mí se me escapan de las manos, y pocas veces agradezco tu ayuda. Me he acostumbrado a que siempre estés ahí: lejos, pero cerca.

Recuerdo nuestras discusiones, los enfados, tus "ya lo entenderás cuando crezcas". Esos no eran momentos idílicos, pero sí de gran valor, lecciones vitales que sin duda han influido en mi madurez. De no haber sido por tus correcciones, me habría sido casi imposible pulir alguna que otra imperfección. Es tarde, pero siento haber reaccionado mal en su momento. Eres la culpable de que no me conforme con cualquier cosa, de que siempre quiera más y mejor. Con tu ejemplo has predicado los valores que a pesar de que antes no lo comprendiese, ahora sé que son los más importantes: amar con todo tu ser, tener siempre una mano que dar, ser humilde y a la vez sentirse orgulloso de uno mismo.

Te sonará extraño, pero temo no poder estar a la altura cuando llegue el momento en que yo misma sea madre. Pensarás que lo haré bien, lo sé. Ahora y poco a poco me voy dando cuenta de que lo has dado todo —absolutamente todo— por los tuyos. Has sacado fuerzas, ánimos, paciencia y tiempo de debajo de las piedras. Te has pintado una sonrisa imborrable. Has forjado un escudo enorme que sirviese no sólo para protegerte a ti, sino a toda la familia. 

Creerás que no eres nadie especial, tan sólo una madre que intenta hacerlo todo perfecto y que se equivoca más de lo que le gustaría. Tranquila, quítate esa presión de encima. Lo has hecho y lo haces bien. Eres buena madre; ya sabes, la mejor. Sé que has llorado cuando creías haber fallado; pero, como tú misma dices, debes estar orgullosa de ti, de haberlo intentado y seguir haciéndolo. No existe la madre perfecta. Tampoco el hijo perfecto. Pero sí existe la relación perfecta entre una madre y un hijo. No lo olvides. No quiero soltarte la mano, deseo seguir viajando contigo por esta vida, sacar más tiempo para vernos, para charlar, para aconsejarnos. Días de chicas, como lo llamábamos antes. Soy consciente de lo que es tenerte y no lo quiero desaprovechar. 

Me has dado la vida y me la sigues dando.

Hoy y siempre, te quiero, mamá.

Tu niña, que siempre será tu niña.