domingo, 21 de julio de 2019

Nos sobran influencers


Parto de la base de que yo, como la mayoría de los jóvenes, consumo YouTube y las redes sociales por ocio desde hace bastante tiempo. Podría decir que desde que los vídeos más vistos eran los ahora más olvidados: los videoclips el momento y los caseros de golpes y caídas.

Si a grandes rasgos el mundo evoluciona rápido, el entorno de Internet lo hace a una velocidad de vértigo. Hace unos años se veía con diferentes ojos a un niño que no socializaba, que se encerraba en su cuarto y que no se despegaba de su ordenador; ahora ese mismo niño, cámara en mano, puede ser youtuber, y de ahí, con un empujón más, influencer. Ya no son "ni-nis", son sus propias empresas.


La Real Academia Española no recoge aún el término influencer; sin embargo, será difícil encontrar a un adolescente que no conozca su significado. Atraen a grandes masas de gente: miles de niños y jóvenes quieren vestir como ellos, maquillarse como ellos, jugar como ellos, relacionarse con ellos. Ser ellos. Y yo me pregunto si realmente somos conscientes de lo que esto supone.

Muchas gurús de moda muestran en su canal sus últimas compras. El cronómetro de YouTube nos dice que llevamos 17 minutos de vídeo y hemos visto más de 20 prendas de ropa y accesorios. Pero no calculamos su precio, tan sólo pensamos qué momento del día podemos aprovechar para ir a comprar ese jersey tan “mono” que ha enseñado en el minuto 8:35. Otros pasan casi un día entero jugando a videojuegos: el deseo de muchos niños y, tristemente, cada vez de más. Los más atrevidos hacen juegos, generalmente con compañeros de oficio, donde terminan desvelando sus aventuras sexuales más atrevidas, tratando de normalizar un tema todavía tabú, pero se olvidan de la edad, cada vez más baja, de sus espectadores, que también pueden ver de retos que terminan con una botella de alcohol vacía. Otros parecen montajes: quiero pensar que el que titula su vídeo "Paso 24h en una casa ajena" no lo hace realmente y que el que ingiere "15.000 calorías en 24h" se ha preparado física y mentalmente para ello antes con la ayuda de un profesional.

Los creadores de contenido sencillo, real o educativo no tienen el mismo impacto, y por tanto su monetización es menor. Hay quienes centran sus vídeos en enseñar un idioma o en hablar sobre el cambio climático, pero no son recomendados por YouTube. Si una plataforma nos esconde esos contenidos, mostrándonos solamente las salvajadas de quienes tienen más de cien mil suscriptores, es complicado que lleguemos a otros más útiles y provechosos.

Recuerdo cuando era pequeña y todas las semanas mis padres me compraban la revista Super Pop porque podía ser una forma de leer y ponerme al día con noticias, por muy básicas que fuesen, sobre los actores de Disney Channel o los cantantes "más top". Pero yo prefería Loka, una revista "de mayores" donde se hablaba de celos, de depilación o de sexo. Quienes hayan nacido en los 90 entenderán claramente lo que digo, porque los que vivieron eso con las revistas juveniles lo ven replicado ahora con las redes sociales, que todo lo magnifican.

Espero que no se me malinterprete. He visto vídeos en los que el protagonista practica la caridad con los más necesitados de las calles, pero también otros en los que se burlan de ellos ofreciéndoles galletas rellenas con pasta de dientes. ¿Qué podemos hacer para que estos influencers sin valores dejen de ser referentes de los que tomar modelo?

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